sábado, 7 de octubre de 2017

lagrima viva de la fresca aurora,
 a quien la mustia flor la vida debe,
y el prado ansioso entre el follaje embebe,
gotas de sol con sus reflejos dorados,
oculto entre sus rancios ropajes.
Yace el evangelio pagano enmohecido…
hacinando sobre sus fríos cadáveres…
los ecos efímeros de una hoja y una flor,
 flores donde la alegría cayo,
 y hojas donde aún habita la esperanza,
crepitando en el tiempo y que certera mutila…..
el candor del primer verdor,
nada en el mundo es único,
todas las cosas por ley divina,
se completan unas a otras,
porque no debería hacerlo lo mustio y lo verde,
mira los arboles besan el alto cielo,
ninguna flor seria hermosa si desdeñas a sus hermanos….
Y la luz del sol ama la tierra, 
por el exilio y la tentación,
de sentir en su alma la pasión de un albino amanecer,
 fluyen los recuerdos  que hacen del corazón su tumba,
lamentos que se deslizan sobre la penumbra,
susurrando la fría y seca muerte,
ahora la hierba crece y el vértigo circunda su tumba,
solo una lívida infiel le llora,
como el manto de un sol de primavera,
sobre la frente pálida calan los bucles de su blonda cabellera,
tibia estación que florece en pétalos y aromas,
que florece a los ojos de Dios, yo te daré la luz…
la vida nueva, mas dichas te daré que verdes hojas,
 los árboles frondosos a los nidos,
y la tarde al ocaso, nubes rojas,
se rasgara las brumas del invierno
dando paso al verde paraíso,
de un equinoccio de primavera…
que eleva fecunda la tierra yerma…

Alberto Plaza

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